Publicada el 09.11.2017
Ya está aquí. El Magosto vuelve a resurgir un año más para congregarnos a todos alrededor de la hoguera, entre el presente y los recuerdos.
El olor de la castaña asada es al otoño como la caída de la hojas. O al menos así se mantiene en mi memoria. La de los recuerdos y el paladar.
Esas brasas, el castañero, los cucuruchos de papel que calentaban las manos ateridas con el frío... Comíamos castañas con ansia, a pesar de quemarnos. ¡Y qué ricas estaban!
Páramo del Sil, Molinaseca, Cacabelos, Camponaraya, Toreno... Este año el clima no ha acompañado. Los productores nos comentan que esta está siendo una de las peores temporadas de castañas.
Al fin y al cabo, en años anteriores cuando la cantidad escaseaba, aumentaba exponencialmente la calidad. Pero en este 2017, también esta se resiente. Los productores se encomiendan a la variedad parede, que parece hecha especialmente para estas condiciones de sequía que venimos sufriendo.
No en vano, se trata de una de las variedades casi autóctonas. Aguerridas, dulces y suaves como las gentes. ¿Que cómo se reconocen? Tienen un tamaño menor que las comunes del Jerte, y su tono es más bien rojizo, muy vivo.
¿Sabías que el Magosto se cree que tiene su origen en el Samhain celta? Sin embargo, la repoblación de la castaña característica de la región fue algo posterior, con los romanos. Entonces celebraban las Saturnales.
¿Qué tienen en común? Exacto. Fuego, vino, castañas, el otoño, y la gente alrededor brindando. ¿Suena familiar, verdad?
La tradición, en forma de gastronomía, trasciende los límites del tiempo. Y del espacio. Porque la castaña y el Magosto nos hermanan con Galicia, Portugal y la zona de Zamora, Salamanca y Cáceres. Todos estamos viviendo estos días con este característico aroma de brasas y castañas asadas.
Pero, ¡ojo! Que el Magosto se puede celebrar con otras muchas recetas. ¿Cuántas se os ocurren? ¿Tenéis alguna foto que queráis compartir con nosotros? Somos todo oídos, ojos, y hombre, como de piedra no somos, también estómago.
Como todo en el campo, la celebración del Magosto tiene más de un significado. Casi siempre ligado a los ciclos que marcan sus biorritmos. En esta ocasión, el ocaso de la madurez encarnado en la castaña que cae del erizo, madura, lista para ser acompañada por la juventud de los primeros vinos del año.
Caída y renacer, así es la vida del campo. La tierra, que ya acoge -o al menos, en un año ideal, no en el actual, debería-, la simiente en su seno aguarda las aguas que harán florecer en primavera el fruto de su vientre.
Así, en este comienzo de mes, algo atípico, nos encomendamos al Magosto para disfrutar en vuestra compañía la castaña y brindar con una copa nunca vacía. ¡Salud!
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